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La magia de la contención cuando mamá no está y papá te sostiene.

La magia de la contención cuando mamá no está y papá te sostiene.
Llega el día: mamá vuelve al trabajo y tu bebé la echa de menos. ¿Qué hacer cuando llora? Te contamos por qué distraerle no funciona y cómo la contención (validar su tristeza) es la herramienta más mágica que tiene papá o los abuelos para crear un vínculo único, a su propia manera.  

La magia de la contención cuando mamá no está y papá te sostiene.

Llega el día. Ese día que os da tanto miedo a todos. Mamá vuelve al trabajo y, por primera vez, papá, la abuela o el abuelo se quedan a solas con el bebé durante horas. Para mamá, es un nudo en el estómago, una mezcla de culpa por abandonarle y la esperanza de que todo vaya bien. Para el bebé, es confusión. Y entonces, pasa. Se da cuenta.

Y empieza ese llanto desconsolado que no es de hambre, ni de sueño, ni de pañal. Es un llanto que dice: Echo de menos a mamá.

Como padre, o como abuela, tu primer instinto es arreglarlo. Quieres que deje de llorar. Le ofreces un juguete, le pones dibujos, le dices ¡pero si estoy yo aquí!, ¡no es para tanto!, ¡ya vendrá!.

Y nada funciona. Porque en ese momento, no estás validando su emoción. Le estás pidiendo que no la sienta.

Hoy vamos a hablar de magia. La magia de la contención.


El secreto no es distraer es acompañar.

Para un bebé, sus emociones son gigantes y, a veces, dan miedo. Echar de menos a mamá es un sentimiento abrumador. Lo que ese bebé necesita no es un sustituto de mamá, ni un mago que haga desaparecer la tristeza. Necesita un ancla.

Necesita que el adulto que le acompaña se siente a su lado en medio de esa tormenta y le preste sus palabras para entender lo que siente.

Imagina esta escena:

- Papá: ¿Estás triste? ¿Extrañas a mamá? Yo también la extraño. ¿Quieres que nos demos un abrazo muy fuerte mientras esperamos?.

Esto lo cambia todo. No le has mentido, no has minimizado su pena. Te has puesto a su nivel, has validado su emoción y le has ofrecido tu consuelo. Le has enseñado, quizás por primera vez, que la tristeza no es mala y que no tiene por qué sentirla solo.


Vuestros propios códigos empezarán a nacer.

Y aquí es donde empieza lo bueno. Este momento de vulnerabilidad no es un problema, es una oportunidad. Es la oportunidad de oro para que papá (o la abuela, o el abuelo) deje de ser un imitador de mamá y se convierta en una figura de apego fundamental y con su propia identidad.

Es el momento de empezar a descubrir vuestros propios códigos. Vuestro choca esos cinco, vuestra forma de hacer el avión con la comida, vuestros juegos en el suelo. Y para eso, a veces se necesita un cómplice. El abrazo en equipo con su doudou o peluche de apego favorito puede ser el primer paso para crear un ritual de calma que sea solo vuestro, ese compañero suave que recoge las lágrimas cuando mamá no está.


Adueñarse de los rituales y las rutinas.

Una de las mejores formas de reforzar este nuevo vínculo es adueñarse de momentos clave del día.

La hora del baño es, quizás, la más especial. Es un momento uno a uno, sin distracciones, lleno de juego y calma. Que papá o el abuelo se encargue del baño, de las risas con la espuma, y de envolverle en esa capa de baño suave para un abrazo gigante, crea una memoria sensorial y afectiva potentísima. Ya no es la hora del baño, es nuestra hora del baño.

Pero no solo los grandes rituales importan. Las rutinas más aburridas, como la hora de cambiar el pañal, son una oportunidad de oro para la conexión. En lugar de ser un trámite rápido, puede ser vuestro momento. Un momento para cantar una canción inventada, para hacerle cosquillas en la barriga o para el soplido en la tripa. Tener un cambiador cómodo y blandito convierte una obligación en cinco minutos de risas y conexión exclusiva, solo vuestra.


El barco en la tormenta.

Como padres y cuidadores, no podemos elegir el estado del mar. No podemos evitar que nuestros hijos se sientan tristes, frustrados o enfadados. Pero sí podemos decidir cómo vamos a manejar el barco.

Papá, abuelo, abuela: sois una pieza fundamental. Vuestra forma de abrazar, de calmar y de jugar es única e insustituible. A menudo se os trata como si fuerais ayudantes o inútiles, cuando la realidad es que sois pilares. No tengáis miedo de hacerlo a vuestra manera. Esa es, precisamente, la manera que vuestro peque necesita para aprender a sentirse seguro en el mundo, esté mamá o no.

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