Mi Bebé Hace Ruidos Raros (y Otras 6 Cosas que me Quitaron el Sueño)
Son las 3 de la madrugada. Hay silencio en casa. Un silencio absoluto. Demasiado silencio. Te levantas de puntillas, te acercas a la cuna y pones la mano sobre su pecho solo para confirmar que sí, que sigue respirando.
¿Te suena esta escena? Y lo más curioso es que se repite, da igual que sea tu primer, segundo o tercer bebé. Dicen que la naturaleza es tan sabia que nos formatea la memoria entre un bebé y otro para que nos animemos a seguir teniendo más. Por eso, con cada recién nacido, volvemos a ser expertos en preocuparnos por cosas que ni recordábamos.
Para ayudarte a refrescar esa memoria selectiva, he creado esta lista de 6 situaciones que a mí me pusieron el corazón en un puño pero que, por suerte, descubrí que eran totalmente normales.
Peculiaridades del Recién Nacido.
1. La cara llena de granitos: Recuerdo perfectamente la frustración de verle la cara a mi primer bebé llena de granitos rojos y no saber qué hacer. El pediatra me dijo "paciencia y limpieza suave". Así que me obsesioné con tener siempre a mano lo más delicado para su cara. Al final, lo que mejor me funcionó fue usar simplemente agua tibia y secarle la carita, sin frotar, con la esquina de una muselina de bambú extra suave. Era lo único que me daba la tranquilidad de saber que no le estaba irritando más la piel.
2. La costra láctea: Con mi segundo peque y la costra láctea, probé de todo. El truco que finalmente me funcionó, y que me dio una amiga, fue el siguiente: media hora antes del baño, le ponía un poquito de aceite de almendras para ablandar la costra. Luego, en la bañera, con el pelo mojado, le pasaba con un cariño infinito un cepillo de cerdas naturales. No se trataba de rascar, sino de "barrer" delicadamente las escamitas que ya estaban sueltas. Fue mano de santo.
3. Los estornudos seguidos: Mi bebé estornudaba muchas veces seguidas y yo ya estaba con el termómetro en la mano, convencida de que había pillado un resfriado. Pero no. Resulta que es su manera de limpiar sus diminutas fosas nasales. Si no tiene mocos ni fiebre, que estornude es una buena señal de que su sistema de autolimpieza está funcionando a la perfección.
4. Los ruidos que hace por la noche: Una de esas noches de ruiditos y micro-despertares, una enfermera me habló del "efecto útero". Me explicó que los bebés echan de menos sentirse apretaditos y seguros. Esa misma semana probé a envolverle en un arrullo confortable. No fue magia instantánea, pero noté que sus sobresaltos disminuyeron y los periodos de sueño tranquilo se alargaron un poco más. Para mí, ganar 20 minutos de silencio era una victoria.
5. El pañal y sus colores: El momento "cambio de pañal" fuera de casa era mi mayor fuente de estrés. Siempre me faltaba algo, o se me caía todo al suelo mientras sujetaba al bebé con una mano. Mi vida cambió el día que decidí usar un bolso cambiador de verdad, de esos que se abren por completo y tienen un bolsillo para cada cosa. Dejó de ser una operación de alto riesgo para convertirse en un trámite de dos minutos.
6. El reflujo y las regurgitaciones: Mi primer bebé fue de los que echan un poquito de leche... ¡constantemente! Vivía pegada a una toalla. Con el segundo descubrí los baberos tipo bandana. No son los típicos baberos de plástico para cuando comen puré, sino de algodón, casi como un accesorio más. Le ponía uno por la mañana y me olvidaba. Absorbían las pequeñas regurgitaciones y le mantenían el pecho siempre seco, ¡un inventazo que me ahorró muchas lavadoras!
El Gran Debate: ¿Le Despierto para que Coma?
Este es un clásico. Justo cuando tu bebé decide dormir tres horas seguidas, te entra la angustia: ¿Debería despertarle?.
El consejo de los pediatras, como indica la AEPED, es claro:
- Durante las primeras 2-3 semanas, o hasta que el bebé recupere el peso con el que nació, sí es aconsejable despertarle para las tomas.
- Una vez que el pediatra te da luz verde, la frase que debes recordar es: "nunca despiertes a un bebé que duerme". Confía en su instinto y descansa.
¿Cuándo debes consultar al pediatra?
Después de contarte mis experiencias, es importante saber cuándo una preocupación está justificada. Tu instinto es tu mejor aliado, pero estas situaciones sí requieren una llamada o visita al pediatra:
- Fiebre: Temperatura por encima de 38°C en un menor de 3 meses.
- Dificultad para respirar: Hundimiento de las costillas, respiración muy rápida o labios azulados.
- Apatía extrema: Si está demasiado dormido y te cuesta mucho despertarle para comer.
- Signos de deshidratación: Pañales secos, boca seca o llanto sin lágrimas.
- Vómitos muy fuertes (no las regurgitaciones normales) o de color verdoso.
Una Anécdota Final.

Quiero contarte una última cosa que me pasó. Una noche, mi bebé no paraba de llorar. Desesperados a las 4 de la mañana, lo metimos en el coche y salimos en dirección al hospital. A los cinco minutos de arrancar, se hizo el silencio. Se había dormido profundamente. Dimos la vuelta y volvimos a casa. Me he dado cuenta de que a muchos bebés les encanta pasear en coche.
¿Será que a veces, simplemente, se aburren y necesitan un cambio de aires, como nosotros?
Ser madre o padre es un aprendizaje diario. Preocuparse es la señal más clara de que amas a esa pequeña criatura. Pero la información te da las herramientas para transformar el miedo en tranquilidad.
En babyTop entendemos cada una de estas dudas, porque también las hemos vivido. Nuestro compromiso es acompañarte con información de valor y una selección de productos pensada con mimo y conocimiento.
Te invitamos a descubrir un espacio hecho por y para familias como la tuya. Confía en tu Instinto.